Tengo este defecto: cuando se me ocurre el remate perfecto para una discusión, la estocada justa para aquél que está diciendo alguna estupidez, no sé quedarme callada.
Como cuando me echaron de mi clase de yoga. No me miren así, che, yo no me como a los swamis crudos. Todavía. O se creen que estos tipos son todos buenos. El cuento ese del nirvana, la paz, el amor y todos esos sustantivos abstractos que vienen en las tarjetas navideñas, no los convierte en seres suprahumanos ni nada que se le parezca, son tan turros como el que más. No se engañen.
Mi instructora, una viejecita que parecía que no mataba a una mosca, una buda-abuela de mantitas de crochet y pantuflas, antes de la clase siempre nos daba algún consejito basado en una supuesta filosofía oriental, muy elástica por cierto, en la que cabían desde Sai Baba a las curaciones con té de coriandro (¿?).
Una tarde invitó a una de las tontas de la primera fila -que creían a pie juntillas en la filosofía de la abuela- a que leyera no sé qué texto acerca del karma o dharma o shawarma -whatever- de el Buen Yogui (el primero que me hace el chiste tonto de que si la clase era en el Parque Yellowstone se me retira del blog inmediatamente).
La tonta pasa al frente, y lee.
- Qué haría un buen ssshhogui? Si commmtempla a una serrrgpiente a punto de comer a un ninno, ¿debe matarrr a la serpiente? ¿Se convertirá emmmtonshesh en um asesino? ¿Qué hacer?
Acabar con la sociedad burguesa, y decapitar al maldito zar, claro está. Perdón, perdón, ya vuelvo.
- Deberá el ssshogui dejar que la serpiente se apodere del ninnio? O convertirse en un asshesshino? Pero si el corazómmm del shogui está libre de la voluntad de matar, se convertirá en un asshesshino? No, porque emmmtonshesshh estaría protegiemmmdo a una forma de vida shuperior.
- Este... -voz interior:
callate, callate, callate, a nadie le importa!- ese es el mismo argumento que usan los terroristas árabes/vascos/chechenos para volar micros y guardias civiles.
Será posible que no puedas cerrar la boca.La abuela me miró con un odio tántrico.
-Bueno, aquí no juzgamos a nadie. Inspiración profunda y... Ohhhhmmmmmmmm.
Joder con la abuela.
A la salida de la clase, la abuela, más alta y grandota y amenazante que yo, que no soy ninguna enana, me frena y me dice:
- Si no te gusta, no tenés por qué venir.
Puta. Justo había pagado el mes entero. Le digo que me hace bien la gimnasia, pero mal la filosofía.
Voy a una clase más, en la que la buda-abuela trata de ser amable conmigo, pero me siento como la alumnita con capacidades especiales que requiere tratamiento diferencial y no quiero. No vuelvo más.
Como decía Elvira Lindo:
a mi, de las filosofías orientales, sólo me gusta el sushi.