octubre 31, 2007

Fauna oficinalis

Mi nuevo jefe, el Sr Embutido, tiene muchas deficiencias intelectuales y cierta inclinación al melodrama. Anuncia cualquier inconveniente menor con un "¡Pasó algo terrible!", gesticula como si tuviera algún tic psicótico y no es capaz de decidir nada por sí mismo. Nadie lo toma en serio, aunque no creo que él lo sepa. Es terrible tenerlo como jefe, pero supongo que es algo más que un jefe: es una advertencia. Es un cartel desesperado que dice: mírenme y huyan. En esto se convertirán si se quedan en este lugar por demasiado tiempo. Definitivamente tengo que empezar a planear la salida. Sería terrible llegar a enterarse que uno es el hazmerreir público un día.

Mientras, me divierto jugando a la celestina. B y yo hemos tomado a dos futuros tortolitos bajo nuestra ala, y hemos decidido armar una parejita. Yo le doy instrucciones a él y B a ella. (Por qué a mi siempre me toca hacer de hombre? Hmm. Analizar.) Luego comparamos notas. Por supuesto que ellos no saben que las que escriben el guión de sus escarceos amorosos somos nosotras. A veces discutimos, ella quiere avanzar más rápido que yo. Zarpada. Pronto, un gesto por aquí, un regalito por allá, un par de citas... et voilà! Hemos formado una pareja.

Ah, qué feliz soy. Otro año, otra buena acción.

octubre 26, 2007

La diferencia entre Dorothy Parker y yo

es que yo no tengo este talento. Entonces consulto especialistas.

Ayer fui al psiquiatra. Una decepción, ciertamente. Esperaba algo de... rigor científico. Digo, después de todo, se supone que un psiquiatra es antes un médico, alguien formado en el paradigma popperiano-positivista, alguien que se guía por los fríos datos de la realidad material y objetiva. Si quisiera una versión Familia Ingalls de la vida, ya habría apoyado el trasero en un diván yo solita, sin necesidad de sugerencias.

En fin, una opción menos.

Pero qué cursi soy, meu Deus.