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septiembre 09, 2008
noviembre 02, 2007
Palabras que ya no quiero escuchar
Kansas
civil
vestido de día
quinta
San Isidro
chiquita/o
alisado definitivo
jijijí
mi novio
team building
Pilar
pilates
training
sexandthecity
evento
concassé
stay safe
spinning
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octubre 31, 2007
Fauna oficinalis
Mi nuevo jefe, el Sr Embutido, tiene muchas deficiencias intelectuales y cierta inclinación al melodrama. Anuncia cualquier inconveniente menor con un "¡Pasó algo terrible!", gesticula como si tuviera algún tic psicótico y no es capaz de decidir nada por sí mismo. Nadie lo toma en serio, aunque no creo que él lo sepa. Es terrible tenerlo como jefe, pero supongo que es algo más que un jefe: es una advertencia. Es un cartel desesperado que dice: mírenme y huyan. En esto se convertirán si se quedan en este lugar por demasiado tiempo. Definitivamente tengo que empezar a planear la salida. Sería terrible llegar a enterarse que uno es el hazmerreir público un día.
Mientras, me divierto jugando a la celestina. B y yo hemos tomado a dos futuros tortolitos bajo nuestra ala, y hemos decidido armar una parejita. Yo le doy instrucciones a él y B a ella. (Por qué a mi siempre me toca hacer de hombre? Hmm. Analizar.) Luego comparamos notas. Por supuesto que ellos no saben que las que escriben el guión de sus escarceos amorosos somos nosotras. A veces discutimos, ella quiere avanzar más rápido que yo. Zarpada. Pronto, un gesto por aquí, un regalito por allá, un par de citas... et voilà! Hemos formado una pareja.
Ah, qué feliz soy. Otro año, otra buena acción.
Mientras, me divierto jugando a la celestina. B y yo hemos tomado a dos futuros tortolitos bajo nuestra ala, y hemos decidido armar una parejita. Yo le doy instrucciones a él y B a ella. (Por qué a mi siempre me toca hacer de hombre? Hmm. Analizar.) Luego comparamos notas. Por supuesto que ellos no saben que las que escriben el guión de sus escarceos amorosos somos nosotras. A veces discutimos, ella quiere avanzar más rápido que yo. Zarpada. Pronto, un gesto por aquí, un regalito por allá, un par de citas... et voilà! Hemos formado una pareja.
Ah, qué feliz soy. Otro año, otra buena acción.
enero 26, 2007
Pásenme el flí
Esta semana la cruda realidad me recordó algo que por lo general, por el bien de mi salud mental, mi dignidad, y los valores en que me han criado, trato de ignorar: no son las rubias, sino las mosquitas muertas las que la pasan mucho mejor.
Tengo una compañerita de trabajo que es la preferida del jefe. No, no porque haya intenciones romántico-eróticas de ninguna de las dos partes, sino porque da lástima. Sí, a ella le gusta dar lástima. Y al jefe le gusta sentirse magnánimo, y sentirse magnánimo con alguien que da lástima es tan fácil.
Vamos a suponer que se llama Gabriela. Pero nadie la llama Gabriela; ella es Gabrielita. Porque es toda chiquitita, buenita, tontita. Toda ella es un diminutivo. Pobrecita Gabrielita, que tiene tanto trabajo. Dejemos que Juan y Pepito hagan lo que le correspondería a ella. Pobrecita Gabrielita, se sentía mal y no vino. Y sabés, pobre, justo el novio también se sintió mal ese mismo día, y ¡ops! él tampoco está. O tuvo que salir, Gabrielita, pobre, justo unos minutos antes de que cerrara el banco, así que, no podrías hacer esto vos, que es urgente.
Patrañas, Gabrielita. Yo te veo el juego.
Zorrita.
Tengo una compañerita de trabajo que es la preferida del jefe. No, no porque haya intenciones romántico-eróticas de ninguna de las dos partes, sino porque da lástima. Sí, a ella le gusta dar lástima. Y al jefe le gusta sentirse magnánimo, y sentirse magnánimo con alguien que da lástima es tan fácil.
Vamos a suponer que se llama Gabriela. Pero nadie la llama Gabriela; ella es Gabrielita. Porque es toda chiquitita, buenita, tontita. Toda ella es un diminutivo. Pobrecita Gabrielita, que tiene tanto trabajo. Dejemos que Juan y Pepito hagan lo que le correspondería a ella. Pobrecita Gabrielita, se sentía mal y no vino. Y sabés, pobre, justo el novio también se sintió mal ese mismo día, y ¡ops! él tampoco está. O tuvo que salir, Gabrielita, pobre, justo unos minutos antes de que cerrara el banco, así que, no podrías hacer esto vos, que es urgente.
Patrañas, Gabrielita. Yo te veo el juego.
Zorrita.
enero 17, 2007
Carlota
Llego a la oficina y pienso: ¿y hoy qué voy a hacer para paliar el desencanto?
Hay días en que ya ni los pequeños placeres (el tazón de café de la mañana-boludear en internet-las charlas de pasillo-salir a pasear en el almuerzo-los ojitos del chico de las computadoras) lo sostienen a uno. Llego a mi cubículo. 9 y 20. Tarde. La manga de contadores opacos que trabaja conmigo ya está firmemente aferrada a sus mouses, clickeando en silencio.
El día transcurre sin más. Tengo todo el tiempo la desesperante sensación de ser el hamster dentro de la rueda. ¿Cómo es que los demás no lo ven? Encima no hay nadie en Bs As, trato de sostener alguna que otra charla por e-mail, pero están todos en otra.
Tic-tac-tic-tac, las 5 y media. De repente tengo una suerte de anagnórisis, un momento de hiperconciencia, veo pasado, presente y futuro en un instante, y en todo eso siempre hay una oficina. Miro a Carlota que está al pie de mi lámpara, miro su ovejuna paz, sus patitas plásticas, sus rulos sintéticos, y le pregunto: ¿Qué hago yo acá Carlota?
Y Carlota me contesta: Whatever. Take the money and run.
Hay días en que ya ni los pequeños placeres (el tazón de café de la mañana-boludear en internet-las charlas de pasillo-salir a pasear en el almuerzo-los ojitos del chico de las computadoras) lo sostienen a uno. Llego a mi cubículo. 9 y 20. Tarde. La manga de contadores opacos que trabaja conmigo ya está firmemente aferrada a sus mouses, clickeando en silencio.
El día transcurre sin más. Tengo todo el tiempo la desesperante sensación de ser el hamster dentro de la rueda. ¿Cómo es que los demás no lo ven? Encima no hay nadie en Bs As, trato de sostener alguna que otra charla por e-mail, pero están todos en otra.
Tic-tac-tic-tac, las 5 y media. De repente tengo una suerte de anagnórisis, un momento de hiperconciencia, veo pasado, presente y futuro en un instante, y en todo eso siempre hay una oficina. Miro a Carlota que está al pie de mi lámpara, miro su ovejuna paz, sus patitas plásticas, sus rulos sintéticos, y le pregunto: ¿Qué hago yo acá Carlota?
Y Carlota me contesta: Whatever. Take the money and run.
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