Mostrando entradas con la etiqueta citas no muy citables. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta citas no muy citables. Mostrar todas las entradas

septiembre 05, 2008

Segmentación de mercado

él: Yo no te quiero sólo para tener sexo... para eso ya tengo un puñado de amantes.

agosto 02, 2008

Mi problema

él: y vos, nunca estuviste casada?

yo: no

él: y claro, tu problema es que sos muy inteligente.

junio 17, 2008

Barvaro


Viniendo de una familia con un abuelo violinista, una prima pianista, y una media hermana que tocaba el bongó en los subtes de Montreal, he sido criada en la creencia de que la vocación musical acarrea todo tipo de calamidades y desgracias. Resultado: todos los músicos que conozco me parecen a) simplones, b) desnutridos y, c) mugrientos.

¿Se acuerdan del Sr. Barvaro? Bueno, Barvaro era músico. Yo había terminado por darle mi dirección de email por una razón, digamos, literaria: me dijo que tocaba la mandolina. No pude resistirme. Cuando alguien me preguntara "qué hace el chico con el que salís?", yo iba a poder decir "Toca la mandolina" así, tan fresca. Yo soy de esas personas que van por la vida buscando situaciones sitcomizables. Así impliquen salir con un músico. Por supuesto, nadie sabe qué cuernos es una mandolina, pero como todos los italianismos - spaghetti, festichola, cicciolina, calzone, ray's pizza- suena a comedia slapstick.

Y salimos un día. Quedamos en encontrarnos a la salida de mi película del BAFICI.

- Qué es el BAFICI?

Llámenme prejuiciosa y sectaria, pero, ¿qué, no lee el diario?

- Bueno, ¿dónde te encuentro?
- A la salida de los cines, en el Abasto.
- Por Corrientes?

Llámenme fanática de la guía Filcar, pero ¿qué, nunca fue al cine? ¿Nunca pasó por Corrientes y vio que ahí no era?
Yo tenía razón, los músicos son a), b), c) y ahora también: d) viven en una funda de cello. Herméticamente sellada.
Así que me fui al cine.

Cuando yo era mucho más pobre, aún más pobre que ahora y era felíz trabajando para la pequeño-burguesía -no como ahora que me dejo explotar por los grandes capitales transnacionales- vivía en el Abasto. Ahora que soy una suertuda bárbara y cambié de barrio, voy por el Abasto como quien va a La Boca. A empaparme de color local, che. Iba a suceder, más tarde o más temprano. Uno de los piringundines de comida peruana que hasta hace no mucho atronaban con música del altiplano (el altiplano ¿se termina en Bolivia o llega hasta Perú? Como sea), y en cuyas paredes colgaban guirnaldas de plástico, de esas de cumpleaños infantiles; de esos lugares que anunciaban los platos pintando los nombres en las ventanas con colores estridentes, uno de esos piringundines, ahora es uno de esos lugares con sillones blancos y manteles largos que -como quien se casa bien- se ha apodado a si mismo "restaurant étnico". Tenemos que detener la Palermización. Se los ruego. Hoy es el campo, mañana me cortan Córdoba y no dejan salir cómida árabe a ningún barrio colindante. Me la juego, en cualquier momento el Abasto pasará a llamarse Palermo Guantanamera o algo por el estilo. Es más, veo venir muchas más ideas al galope, subidas al caballo inmobiliario (¿burro?): se me ocurre que el Once será algo así como Palermo Noiva Deli; Puerto Madero, Palermo Atlantic City; La Paternal, Palermo Detroit; Almagro, Palermo Cheap; Belgrano, Palermo Miami. Es más, pronto toda la Capital Federal pasará a llamarse Palermo y enrejaremos la General Paz, que es lo que siempre hemos soñado todos los que estamos con el campo. Ah, y a Palermo le ponemos Williamsburg, que parece que es lo último de lo último.

Decía, entonces, que me fui al cine. Me encanta el BAFICI. Para cuando termina, estoy tan empachada de esteticas alternativas, de formas de (no) narración experimentales, de temáticas no convencionales, en fin, estoy tan llena de rupturismo que vuelvo al cine mainstream con los brazos abiertos y la bolsa de pochoclo calentito me parece la gloria. ¿Terminator? Una joya de la coherencia ideológica. ¿El señor de los anillos? Tres horas de fantástico entumecimiento, perdón, quiero decir, entretenimiento. ¿Hugh Grant? Actorazo.

Barvaro no aparece. Espero. No aparece. Me llama.

- Estoy acá, le digo.
- Yo también!

Y sin embargo, no está en ningún lado. Quince minutos, varios pensamientos sobre el suicidio, y alguna reflexión acerca de la vacuidad de las relaciones posmodernas después y justo un minuto antes de que la ponderación sobre si debía retirarme o no antes de que me encontrara tuviera un resultado definitivo, Barvaro encontró la puerta del cine.

Persistencia. Si hay algo que tienen los músicos, es eso del ensayo y error.


enero 25, 2008

De gritar solamente quiero hartarme

Para F, que dice que nunca le cuento nada




Después de que el Hombre del Perfume (en adelante, HdP) me dejara plantada en la otra punta del planeta aún sabiendo cuánto odio volar -episodio que contaré si es que algún día puedo hablar de ello con humor, es decir cuando tenga unos 98 años, es decir, nunca- pasé por todas esas etapas lamentables de los amantes desengañados -etapas de las que hablaré si es que algún día puedo hacerlo con más humor que patetismo, es decir, ídem.

Una vez que fui capaz de ver todo aquéllo con un poco de distancia, al menos, traté de atender el consejo de F (no, no el de la terapia, eso jamás!) y de la mayoría de las revistas femeninas (no, no el de agregarme tetas, ese tampoco!), y mantenerme optimista y open-minded. (¿Por qué no hay traducción para open-minded? "Mente abierta" suena tan como a neurocirugía).

Acepté que me arreglaran un par de citas. ¿Qué tan malo podía ser eso? Entendí entonces, como sospechaba, que open-minded en realidad quería decir estar dispuesto a ir a lugares que a uno no le gustan y hacer lo que uno no quiere con gente que a uno no le agrada.

Tomemos, por ejemplo, la noche en que conocí a Fulanito.

Era la época de las elecciones a intendente (en este blog todavía se dice "intendente", nada de Gobernador de no sé qué cosa). El tema era inevitable:



Fulanito: Bueno, yo siempre tuve cierta simpatía hacia las tendencias de
izquierda... así que... voté a
[ inserte aquí a la izquierda revolucionaria de su preferencia ]

Yo: Ah, y en segunda vuelta?

Fulanito: A [ inserte aquí alguna derecha rancia recauchutada ].


Perfecto. Un tipo consecuente. Tomábamos café. Yo trataba de hacer conversación pasajera, que durara al menos lo que un cortado. Fulanito no dejaba de mirar a la mesa. ¿Será que tengo perejil entre los dientes? ¿Se me estarán cayendo los mocos? ¿Es que soy tan horrible?


Fulanito: Es que... tengo problemas... para... mirar a la gente... a la
cara...



Oh, Dios. Y entonces se despachó: que si su timidez patológica, que sus traumas infantiles, su relación con sus padres, que sus problemas emocionales, sus sesiones con la analista, que no es que sea boludo, sino un poquitín inseguro...

¡Puta, yo también tengo lo mío, pero no se lo suelto al primero que pasa!

Escapé tan pronto como me fue posible, no sin que antes Fulanito me quisiera estampar un beso sin preaviso (¿¿y la timidez patológica??). Me subí al primer taxi en dirección a la casa de B, donde ella y sus amigos daban una fiesta. Quería olvidar el mal trago. De golpe me vi en medio de una suerte de bailando-por-un-sueño doméstico, me atraganté de pisco, tuve que cantar Total eclipse of the heart a duo, un hombre comprometido se ofreció a ser el amor de mi vida, a condición de que lo olvidara el lunes (ay, los hombres, los hombres) y al día siguiente tuve la peor resaca de mi vida (está bien, tuve resaca dos veces en mi vida, total) de la que me fui a reponer en casa de mi mamá, a la que por una vez, debo darle el crédito.

Y no sólo por el té de manzanilla.